Confiando todo a Aquel que la había llamado, llena de su amor sostenido en las múltiples pruebas, Juana Antida, se enferma, y muere en Nápoles, el 24 de agosto 1826, la llora todo el pueblo Napolitano.
Mujer de innovación, Juana Antida venció grandes batallas con el sufrimiento y la gracia, el amor a Dios a los pobres, el amor a la Iglesia y a su Congregación.