Sr Jessi Schivalocchi
“Mirándolo fijamente, lo amó” Mc 10, 21
Ha comenzado la fase dos de este tiempo, poco a poco comenzamos a salir, volvemos a hacer algo que hasta hace pocos meses llenaba y coloreaba nuestros días y nuestra vida cotidiana y me pregunto: ¿es un simple volver a hacer algo o es un recomenzar pero de forma nueva? Tal vez es así, tal vez estamos llamados acoger esto nuevo. ¡La Pascua es un paso! Un paso nos lleva de una parte a otra, otra completamente nueva y por descubrir… ¿dónde están, dónde estamos nosotros en este descubrimiento? Os comparto alguna cosa.
También yo, después de tres meses de «reclusión», empiezo a salir de nuestra casa, de la Casa de la familia Gregorio Antonelli en Terracina…
«Esta tarde salí para una comisión de uno de nuestros hijos…
No tengo mucho tiempo, pero me tomo unos minutos para pasear, respirar, saborear y redescubrir algo que en los últimos meses me ha faltado…
Hay algunas personas alrededor… no muchas, pero hay alguien!
Nadie me mira, nadie se da cuenta de mi…
Yo camino, miro un poco a mi alrededor, pienso y dejo que mi corazón vibre un poco!
En un momento… un encuentro, el único en mi salida…
Un señor, quizás indio, intuido por el color de su piel…
Un encuentro silencioso detrás de la mascarilla…
En pocos segundos, mi mirada se encuentra con la suya, su mirada se encuentra con la mía…
«¡Me ha sonreído, estoy segura!»
Se la devuelvo, tratando de transmitir toda la alegría que su sonrisa ha despertado en mi corazón».
Ya lo sabía y ahora estoy aún más convencida: ¡basta la mirada!
Es cansado, es extremadamente agotador, lo sé, pero en este momento tenemos la oportunidad de aprender a mirarnos de verdad a los ojos y decirnos la belleza que somos.
¡Este es el tiempo del encuentro, amigos y amigas!
Es el tiempo del encuentro, del verdadero encuentro, aquel en el que una vez que regresamos a casa, no recordamos el nombre de la gente que encontramos sino el color de los ojos.