Si me preguntaran ahora: ¿qué has aprendido de este tiempo de pandemia? no dudaría en responder: a apreciar las relaciones para caminar juntos, recordar las cosas buenas vividas, hacer el presente más pacífico, proyectar juntos el futuro. También para mí, ahora en una residencia para hermanas mayores, el teléfono móvil, como medio de comunicación más accesible, ha servido para mantener amistades, ayuda mutua y también para recordar, con alegría, los hermosos momentos vividos juntos. .
De hecho, en este período, por teléfono con algunos ex alumnos, revivimos con alegría el encuentro del año pasado: un día de abril recibo de uno de mis ex alumnos una inesperada invitación a comer. Acepto y, con asombro y emoción, me encuentro en el restaurante frente a 20 de los 32 alumnos que hace 55 años, en el curso escolar 1964 -65, asistieron a la última clase de primaria, en el Instituto del Sagrado Corazón de Carpi, dirigido por nosotras las hermanas.
Carlo Alberto Medici, que entonces era el representante de clase y ese día organizador del almuerzo, explicó el encuentro en el diario local Il tempo de la siguiente manera: “Fue un encuentro muy emocionante, lleno de agradables recuerdos. Claro, como en los años de la escuela primaria, el estilo fresco y atractivo de nuestra maestra sr. M. Francesca Bassi que, a pesar de sus 87 años, aún sabe hacerse querer por sus alumnos, que ahora se han convertido en líderes empresariales, emprendedores, profesores, médicos, algunos ya jubilados y abuelos. Entre la veintena de antiguos alumnos estaba presente el magnífico rector de la Universidad de Bolzano”. Al comienzo de la comida, siempre el “representante de clase” Carlo entona: “Ahora, todos de pie: en el nombre del Padre del Hijo … y, como en la escuela primaria, sigue una hermosa oración coral. Durante la comida leyeron poemas, pasajes divertidos extraídos de la revista de la clase de ese año, y luego cada uno compartió su trayectoria profesional y familiar. No faltó el relato de la Hna. M. Francesca.
Incluso la conclusión de la comida tuvo su gran sorpresa porque los dueños del restaurante, encantados por la unión del grupo y el testimonio de estos “grandes hombres”, no quisieron cobrar. El encuentro terminó con la alegría común de estar juntos y con los afectuosos deseos de un lindo adiós nuevamente.
No les cuento cuánto aprendí de este encuentro, cuántas emociones experimenté, armonizadas todas en una alabanza al Señor y en un afectuoso deseo para cada alumno que conocí en mi misión como maestra. Las llamadas telefónicas me dan valor en la soledad propia de la ancianidad; me hacen entender, cada vez más, cómo la oración, el cariño, la amistad, hacen un sereno recuerdo de las vivencias… que quedan como un sustrato precioso de amor que siempre contagia, incluso sin nuestro conocimiento, aunque pasen los años y parezcan borrar los afectos y recuerdos.
Hermana M. Francesca B.