Soy la Hna. Amalia Paradiso, y después de más de 40 años enseñando a los niños en la Escuela Primaria y dando catequesis en la parroquia, mi apostolado se ha transformado por completo: aquí en Palermo la “misión está en la calle”!
Este año, he podido experimentar aún más que “cuando Dios llama y lo escuchas, Él da lo necesario”. Para mí ha sido un año nuevo: territorio, apostolado, comunidad… en todo he podido constatar concretamente la ayuda de Dios y ¡le doy gracias!
La comunidad está insertada en el territorio desde hace 14 años; primero en la zona de Ciaculli, actualmente en la cercana Parroquia María de la Gracia, distrito de Brancaccio. Escuchando la invitación del Papa Francisco a llegar a “las periferias existenciales y humanas” para mostrar el rostro misericordioso del Padre, la comunidad camina por las calles del pueblo, visitando a los enfermos, a los ancianos y escuchando las diversas necesidades de las familias, con la colaboración de los laicos: los centinelas de la paz.
Es un barrio heterogéneo, con diferentes clases sociales, con varias pobrezas: deserción escolar, diversas personas bajo arresto domiciliario, jóvenes sin interés por el futuro, familias rotas y ancianos enfermos y solos. Es una zona donde faltan espacios verdes, actividades y lugares de encuentro. El transporte público es escaso para llegar al centro. Sin embargo, la gente es muy acogedora y siente a la comunidad de las Hermanas como una familia, ya que las hermanas son un punto de referencia para todos sus problemas.
Por la mañana, después de laudes, escribo al grupo Centinelas por WhatsApp, para comenzar la ruta juntos. Hemos optado por ofrecernos a una persona, si es necesario, porque es más importante escuchar su historia y leer con él su vida a la luz del Evangelio, como hizo Jesús con los discípulos de Emaús.
En la elección consideramos principalmente a las personas que viven solas: En la casa nos reciben con tanta alegría y celebración que nos retienen por bastante tiempo. Otras personas, cerradas y desesperanzadas por el dolor y la enfermedad, con el diálogo y la cercanía han vuelto a empezar una nueva vida ayudando también a los demás. Me gusta mucho este apostolado, porque veo en ellos la presencia de Jesús y la acción del Espíritu Santo que los hace revivir, convirtiéndose en personas capaces de ayudar y comprender a los demás. Otra experiencia relevante para mí es escuchar a las personas que frecuentan la Caritas parroquial, las madres que comparten el Evangelio en preparación para la liturgia dominical mientras sus hijos están en la catequesis, y los niños de la Confirmación. En los diversos servicios apostólicos percibo un incesante “grito” de los pobres y creo que la formación y la conciencia de los laicos es necesaria para una colaboración más activa y responsable en el municipio. Otro signo de comunión en la Iglesia para mí es seguir colaborando con otras congregaciones presentes en el territorio y ser testigo de esperanza y de fraternidad.
Hna. Amalia P. – Palermo