Estos son algunos de los testimonios de los participantes en el Triduo Pascual 2024:

Mi experiencia del Triduo fue hermosa y muy profunda.

Estaba un poco preocupado antes de salir por todo lo que iba a afrontar: entrar en la cárcel por primera vez y vivir en comunidad con otras personas que no conocía. Fue hermoso cuando todo esto sucedió de forma natural, dándome la respuesta de que esto formaba parte de mi Plan.

Sinceramente, estaba un poco nerviosa antes de entrar en prisión, se oyen muchas noticias del exterior… pero las Hermanas fueron muy empáticas y me ayudaron a vivir la experiencia lo mejor que pude, sin prejuicios; de hecho, me encariñé un poco con las reclusas que conocí y con las que intercambié algunas charlas».

Giulia G.

Es un Triduo que yo llamaría “auténtico”, como se llama aquí en Milán a la Semana Santa. Durante esos días se siente el cansancio, por supuesto, las pocas horas de sueño, la incomodidad del baño siempre ocupado o de mucha gente durmiendo en la misma habitación, pero también son estos aspectos los que hacen que sea una experiencia tan fuerte. Como señaló una de las chicas que participó conmigo este año, esta convivencia tan cercana no te permite «encerrarte en tu rinconcito», al contrario, te obliga a mostrarte tal y como eres y a encontrarte con el otro tal y como es, con verdad, con acogida, con amor.

Llamé a este Triduo «Auténtico» porque para mí, personalmente, fue «real» y concreto, tuvo cuerpo: los cuerpos de mis compañeros de habitación que se acercaron a mí durante la noche, los mismos cuerpos que abracé con fuerza durante un momento de oración muy hermoso que vivimos juntos; los cuerpos de los presos, que buscaron el contacto, el afecto, que vivieron las celebraciones con transporte y amor. El cuerpo de Jesús, que sentí por primera vez en cada herida, su cuerpo que encontré en mis propias heridas y en las de todos los compañeros de viaje que encontré, dentro y fuera de la cárcel. Este Triduo tuvo un cuerpo hecho de muchos cuerpos, los de todos los hermanos y hermanas en Cristo, reunidos por la misma razón, curados por la misma luz».

Chiara A.

Cuando pienso en los días de triduo que hemos vivido este año, resuenan en mí dos palabras: compartir y acoger.

El espíritu con el que se abordan estos días de vida y oración en común es el de compartir plenamente: de espacios, de momentos, de reflexiones profundas pero también de silencios. Y es gracias a ello que, al final de los tres días, casi parece que conoces de siempre a las personas que tienes delante. Una de las frases más repetidas en este triduo es que «vives tres días que parecen tres meses» y es realmente cierto. Gracias al compartir entras en un contacto profundo con el otro, le conoces, le acoges, y los días se ‘llenan’ hasta el punto de parecer meses.

La hermosa consecuencia de este compartir es la apertura, que ha traído consigo la aceptación del otro, plena y libre de prejuicios. Siempre me sentí acogida, por la comunidad de las Hermanas de la Caridad, que nos abrieron su casa con calidez y afecto, por los demás compañeros de viaje, con los que me sentí libre de compartir incluso mis limitaciones y fragilidades, y finalmente por la comunidad de presos. El calor y la alegría con que nos acogen los reclusos me sorprenden cada año y no se dan por descontados: se nos induce a pensar que la cárcel es un lugar oscuro y frío, desprovisto de cualquier tipo de calor humano, pero no es así en absoluto. Es, en cambio, el lugar de la acogida más inesperada, donde uno puede encontrar belleza y humanidad, en miradas, sonrisas e incluso lágrimas».

Myriam

Este Triduo fue para mí la definición de “lo justo en el momento justo”. Me encontré rodeada de personas (las que vivieron esta experiencia conmigo, monjas y presos) que resultaron ser exactamente lo que necesitaba y me lo demostraron con una palabra de consuelo, una risa, un abrazo, compartiendo una fragilidad o escuchando. Es una experiencia que te abre el corazón, lo llena de preguntas pero también de muchas respuestas que encuentras en la vida de los demás o en la Palabra del Evangelio. Vi el amor de Dios en los ojos y en la mirada de las personas que conocí y me mostraron que siempre hay luz después de nuestras -noches-.

Chiara Maria