Deja un gran vacío en todas las personas y comunidades que conocieron a esta mujer de comunión, de fe, de gran apertura, alegre y audaz en las múltiples realidades que amó y sirvió, con iniciativa y dedicación.

Anna Maria era originaria de Cuneo, una ciudad del Piamonte rodeada por los altos perfiles de las montañas: «Trabajaba con una sonrisa y con atención a los demás, y por eso sabía hacerse querer», así describe su carácter su hermana Ernestina. «Una mujer pequeña de estatura, pero con un gran corazón», la recuerda con emoción Eugenio Bertuol, concejal de Borgaro, “amiga de los pobres y capaz de una gran visión, que supo implicar en su compromiso a tantos laicos que apoyaban desde lejos sus actividades”.

También en Costigliole d’Asti era muy querida y conocida, también porque era tía de Don Luca y de Don Claudio Margaria, párroco de la parroquia de Costigliole. A menudo, cuando volvía con su familia, se le pedía que contara su experiencia a la comunidad, y ella lo hacía con gran humildad y gracia.

Era una mujer de la Palabra, la meditaba y la proclamaba. Su lema era «Para Cristo, todo cuenta, todo se vence en Él».

Así es como queremos recordar a la Hna María Laura, que mantuvo encendida la llama de la caridad y cantó al servicio de sus hermanos y hermanas, para la difusión del Reino de Dios.

En Borgaro Torinese con los niños.

Ingresó en las Hermanas de la Caridad en 1961, al final del noviciado, y recibió el nombre de María Laura. En los primeros años de su profesión religiosa fue maestra de párvulos en Borgaro Torenese, en la escuela Nemesia Valle, donde sus alumnos siempre mantuvieron el contacto con ella y esperaban con alegría sus regresos de la misión para encontrarse con ella y que les contara lo que Dios obraba en las personas. Tenía un don especial para este tipo de compartir, creía en la capacidad de recuperación de los pobres y se ponía gustosamente a su lado, sin ocupar su lugar.

Son muchos los que la recuerdan con afecto por la gran labor que realizó en la guardería de Borgaro, por donde pasaron generaciones de niños. A su pasión y entusiasmo debemos también el renacimiento del centro juvenil parroquial

En Argentina, en Los Toldos con los mapuches y las novicias.

En 1983, fue enviada en misión a Los Toldos, Argentina, la tierra de los mapuches, «gente de la tierra», un pueblo indígena reprimido durante el colonialismo, fuertemente comprometido en la defensa de su identidad histórica y cultural, con su lengua, su vestimenta tradicional, sus valores.

Aquí se le confió la delicada responsabilidad de maestra de novicias. Durante los años de este servicio, la Hna María Laura aprendió a amar la cultura mapuche y sus expresiones, particularmente el canto.

Como Hermana de la Caridad, formó a sus novicias en el impulso hacia Dios Solo, en contentarse con lo meramente necesario, en aprender a descubrir y servir las semillas del Evangelio en cada realidad, siendo audaces y alegres en sus respuestas en un tiempo de cambio.

En Paraguay, en San Miguel para la animación de comunidades eclesiales de base.

En 1991, la Hna. María Laura fue enviada a San Miguel, Misiones, Paraguay. Una Iglesia fuertemente marcada por «comunidades eclesiales de base», que ella ayudó a organizar y a formar para escuchar el Evangelio y a los pobres con creatividad y entusiasmo. A ella se debe la organización de numerosas ‘misiones juveniles’ que han marcado la vida de quienes hoy lideran la comunidad cristiana de San Miguel.

En Argentina, en Nainek para la pastoral familiar.

En 1997, estaba de vuelta en Argentina, en Laguna Naineck, Formosa. Durante estos años su trabajo pastoral se desarrolló más en la catequesis familiar.

En Bolivia, en Potosí para el Centro de Alfabetización y carpintería.

En 1999, con motivo del Bicentenario de la fundación de las Hermanas de la Caridad, la hna María Laura fue enviada a abrir una nueva comunidad en Bolivia, en Puna, Potosí, Bolivia y más tarde en Toropalca. El departamento de Potosí es un lugar duro, a casi 4000 metros de altitud, con condiciones de vida incómodas debido a su clima frío y variable y al aire enrarecido.

Aquí la Hna. Maria Laura pudo dar un fuerte impulso al Centro de Alfabetización de Adultos, poniendo en marcha y dirigiendo un taller de carpintería. Estando allí, recibió la visita de una de sus entonces hijas del jardín de infantes que quería conocerla en su luna de miel.

De vuelta a Argentina, con los migrantes bolivianos.

En 2008, su nueva misión fue Ezpeleta, Argentina, donde volvió a encontrarse con los hermanos bolivianos que había llegado a amar, pero como migrantes, necesitados de ser acogidos e integrados en la comunidad parroquial de San Vito.

Una nueva llamada la llevó a Ceibas, una pequeña comunidad en el estuario de Entre Ríos: con su celo misionero, la Hna María Laura pudo llegar hasta los últimos.

En Paraguay, en Fernando de la Mora, para «ser abono de la tierra».

En 2018, se trasladó a Fernando de la Mora, su nueva comunidad. Se convirtió en la compañera inseparable de la Hna Eufemia, viviendo lo que ella llamaba «un tiempo de ser abono de la tierra»: una dedicación sencilla y diaria a la comunidad y a los pobres.

Agradecemos a nuestros amigos de Borgaro y Costigliole

y a nuestras hermanas de América Latina por este homenaje.