Del Manuscrito de la Hermana Rosalía Thouret, sobrina y biografía de la Fundadora: «Juana Antida nació el 27 de noviembre de 1765 en Sancey-le-Long, Baume-les-Dames en el Franco Condado, diócesis de Besançon. Su padre, Jean-François Thouret, y su madre, Jeanne-Claude Labbe, se alegraron mucho de su nacimiento, ya que tenían hijos pero no hijas. Era la quinta de sus hijos. Su padrino fue Modest Biguenet y su madrina Jeanne Antida Vestremayr’.

Al conmemorar su nacimiento y su bautismo, queremos unirnos hoy a su fe bautismal:

El Creo de Juana Antida

Creo en Dios

Creo en Jesucristo

Creo en el Espíritu Santo

CREO EN DIOS

La fe para Juana Antida no era realmente un simple asentimiento a verdades particulares sobre Dios.

Era un acto por el cual ella se confiaba libremente a Dios, que la llenaba de esperanza, confianza, espíritu de discernimiento, previsión, audacia y ternura responsable. Juana Antida creyó en Dios y Dios «creyó» en Juana Antida, dándole -para detenernos en su llamada- una auténtica vocación por los pobres y los enfermos, mucha ternura por ellos, el deseo y la buena voluntad de consolarlos.

CREO EN JESUCRISTO

Juana Antida se confió a Dios con total libertad, confesando que «sólo quería vivir y morir por Jesús Crucificado».

Y Jesús la asimiló a sí, encontrando en ella pleno asentimiento existencial: «Siempre he sido crucificada y lo seré hasta el final».

CREO EN EL ESPÍRITU SANTO

Juana Antida se entregó totalmente a Dios, confesando que es el Espíritu Santo quien actúa en nosotros y por nosotros, «conduciéndonos y orientándonos a hacer la voluntad de Dios».

Y el Espíritu Santo, que no conoce fronteras de tiempo, de lugar, ni siquiera de culturas y religiones, le ha dado un corazón universal, abierto de par en par «a todos los tiempos, a todos los lugares, a todos los hombres».

Con ocasión de la conmemoración del nacimiento y bautismo de Juana Antida, queremos retomar las conclusiones de Benedicto XVI en su catequesis de los miércoles en el Año de la fe:

«Pienso que deberíamos meditar más a menudo -en nuestra vida cotidiana, caracterizada por problemas y situaciones a veces dramáticas- sobre el hecho de que creer cristianamente significa este abandonarme con confianza al sentido profundo que me sostiene a mí y al mundo, ese sentido que no somos capaces de darnos a nosotros mismos, sino sólo de recibir como don, y que es el fundamento sobre el que podemos vivir sin miedo. Y esta certeza liberadora y tranquilizadora de la fe debemos ser capaces de anunciarla con nuestras palabras y mostrarla con nuestra vida de cristianos.

La fe es una apuesta de vida que es como un éxodo, es decir, una salida de uno mismo, de las propias seguridades, de los propios esquemas mentales, para confiarse a la acción de Dios que nos muestra su camino para alcanzar la verdadera libertad, nuestra identidad humana, la verdadera alegría del corazón, la paz con todos. Creer es confiarse libre y gozosamente al designio providencial de Dios sobre la historia, como hizo el patriarca Abraham, como hizo María de Nazaret. La fe es, pues, un asentimiento con el que nuestra mente y nuestro corazón dicen su «sí» a Dios, confesando que Jesús es el Señor. Y este «sí» transforma la vida, abre el camino a una plenitud de sentido, la hace nueva, llena de alegría y de esperanza fiable».

Foto de portada: https://altusfineart.com/products/jorge-cocco-baptism-of-christ-john-baptizing-jesus