El martes 26 de noviembre, más de 300 jóvenes aceptaron la invitación de la Oficina Internacional de Educación (OIE) para celebrar la paz.

Fue un acto interactivo y conmovedor que ayudó a los jóvenes a darse cuenta de que «para ser verdaderos pacificadores, debemos educarnos en la compasión, la solidaridad, la cooperación y la fraternidad, ser activos en la comunidad y estar atentos para concienciar sobre los problemas nacionales e internacionales de injusticia y violencia contra los derechos humanos».

Procedentes de cinco países mediterráneos, estos estudiantes de secundaria de Francia (Pontarlier y Bagnols sur Cèze), Italia (Gorgonzola), Malta (Taxien), Egipto (El Cairo) y Líbano (Baskinta, Baabdath y Beirut) se reunieron virtualmente por primera vez.

Desde el comienzo de la reunión, un sentimiento de fraternidad universal calentó los corazones de los participantes: ¡el orgullo de formar parte de una gran red internacional!

Tras un momento de presentación, se dio la palabra a los estudiantes de secundaria libaneses que están viviendo un año escolar especial, desafiando las bombas, siguiendo estudiando y construyendo su futuro.

Pero no se dejan atrapar por la angustia o el miedo: frente al odio, la violencia y la destrucción, se arman de valor y se ponen al servicio de los desplazados y de los niños traumatizados por el miedo y las privaciones.

«La guerra me obligó a abandonar mi hogar, dejando atrás buenos recuerdos. Fue una experiencia muy difícil que hizo que mi vida fuera inestable, como la de miles de libaneses. Sin embargo, aprendí que en medio del caos siempre hay esperanza», dijo Maya, una estudiante de Beirut.

Otra estudiante reveló el secreto de su fuerza interior: «En medio de todo este caos, me aferro a las pequeñas cosas: una sonrisa, un momento con mis amigos, una oración por la noche. Es mi manera de cultivar la paz a pesar de todo».

«Si la guerra abruma, la paz compromete».

La paz no es sólo resiliencia y resistencia, también necesita un compromiso concreto y una mirada fresca e iluminada.

La paz necesita candidatos jóvenes y frescos, verdaderos testigos de una solidaridad alegre.

Por ello, se invitó a los participantes a reflexionar sobre sus opciones y a prestar su voz a los niños mártires y sin voz.

Con un gesto simbólico, unieron a la «paloma de la paz» sus deseos y su voluntad de convertirse en constructores de paz.