El profesor Andrea RICCARDI, fundador de la comunidad de San Egidio, nos ha interpelado a través de dos imágenes: el incendio de la catedral de Notre Dame y la multitud de afganos en el aeropuerto de Kabul que escapaban de la violencia de los talibanes.

Frente a una sociedad devastada por las guerras, la injusticia y la indiferencia, el profesor RICCARDI nos invita a habitar el mundo, a hacer del periódico nuestra biblia y avivar nuestra vocación por el camino y en el camino.

Poniendo sobre nuestro mundo una mirada femenina llena de ternura, siendo hermanas y madres que rechazan la violencia y osan el cambio. Empeñándose a evitar la guerra, tejiendo relaciones de paz. Superando los muros a favor de una fraternidad universal sin fronteras que privilegia a los pobres y cura las heridas de la humanidad.

Testimoniando la fuerza de la oración, capaces de iluminar el mundo y protegiéndolo. No podemos contentarnos con lo mínimo sino entrar en la perspectiva del “más” para llegar a ser expertas en humanidad.

Conservar la llama de la caridad encendida, para el presbítero ZANOTELLI, no es posible si no somos apasionadas de la Palabra de Dios. Imaginemos a San Vicente de Paul, que hoy nos diría: los pobre son nuestros maestros de la Palabra y los vicarios de Cristo no son ni los obispos ni los cardenales, sino los marginados.

Podemos tener el coraje de decir NO de frente a un sistema económico que financia la fabricación de las armas produciendo 80 millones de refugiados y un millar de muertes por hambre.

Podemos cambiar de mentalidad y de estilo de vida para no estar con el 13% de la población mundial que consume el 87% de los bienes del planeta.

Capaces de defender la causa de los pobres y de empeñarnos con los perseguidos y los empobrecidos en los cuales nuestro Cristo se identifica.

Digamos una palabra sinodal que facilite el cambio y permita la inserción en los contextos de los miembros sufrientes de Cristo.