Hace ya 41 años que enseño en la Escuela Primaria Santa Giovanna Antida de Vercelli y me encuentro reflexionando sobre un camino que no ha sido solo un trabajo, sino una verdadera vocación.
Durante este largo viaje, que comenzó viéndome primero en el papel de alumna en la escuela secundaria del monasterio de Santa Margarita y luego continuó convirtiéndome en profesora, he tenido el privilegio de conocer a muchos alumnos y colaboradores, cada uno de los cuales ha dejado una huella imborrable en mi corazón.
Recuerdo mis primeros días de enseñanza, cuando las aulas estaban llenas de entusiasmo y curiosidad.
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Las Hermanas de la Caridad siempre han sido un ejemplo de dedicación y pasión por la educación.
Han sabido crear un ambiente sereno y estimulante, en el que se ha animado a cada profesor a expresar su potencial y a desarrollar métodos innovadores, poniendo al alumno en el centro y haciendo del aprendizaje una experiencia viva y atractiva.
La relación con mis alumnos siempre ha estado en el centro de mi trabajo.
He aprendido que enseñar no es solo transmitir conocimientos, sino también construir vínculos de confianza y afecto.
Cada sonrisa, cada palabra de aliento, cada gesto de afecto por parte de mis alumnos me ha llenado de alegría.
Incluso cuando los chicos crecen y emprenden su camino, el vínculo que se ha creado permanece como algo especial.
Recibir noticias de antiguos alumnos, ver sus éxitos y saber que una parte de mí se ha quedado con ellos, es una de las mayores satisfacciones que un profesor puede desear.
La Escuela Santa Giovanna Antida es un lugar donde el carisma de las Hermanas de la Caridad se manifiesta en cada actividad, en cada evento que hemos organizado a lo largo de los años.
Las fiestas, las representaciones, los días de deporte, las celebraciones religiosas nos han unido como una gran familia.
Cada evento ha sido una pieza de ese mosaico que hemos construido juntos pacientemente, un mosaico hecho de experiencias compartidas y momentos inolvidables.
Mi historia es un ejemplo de cómo la pasión por la enseñanza y la dedicación a los jóvenes pueden transformar no solo la vida de los alumnos, sino también la nuestra.
Cada día en el aula es una oportunidad para aprender, crecer e inspirar.
Me llevo conmigo un bagaje lleno de recuerdos y enseñanzas que seguiré compartiendo con el tiempo.
Silvia Franco, exalumna
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