Desde Casandrino, Nápoles, recibimos una carta en la que se relatan los lazos que comenzaron con la asistencia a la guardería y han continuado a lo largo de la vida, entretejidos de afecto, cercanía y gratitud.
«Soy Mario Femiano, vengo de Casandrino, en la provincia de Nápoles. Hoy me encuentro escribiéndole para compartir con usted y sus lectores mi experiencia formativa y el crecimiento humano vivido gracias a usted.
De niña, asistí al jardín de infancia y a la catequesis en su Congregación de mi pueblo. Guardo hermosos recuerdos de aquellos años que siempre llevaré dentro de mí.
Entre las diversas actividades recuerdo las innumerables obras de teatro organizadas por las monjas en las que participé. Desgraciadamente, en los años setenta, la comunidad de Casandrino se cerró, impidiendo así que muchos otros niños/jóvenes tuvieran esas mismas experiencias que yo.
Sin embargo, junto con otros amigos, mantuvimos el contacto con las hermanas de la Casa de Giugliano en Campania (NA), que desgraciadamente también cerró hace unos años, donde conocí a las últimas monjas con las que tuve contacto: la hermana Bianca Piròli, la hermana Maria Grazia Senatore, la hermana Emilia Serre y la hermana Angela Perillo.
Además, como siempre he sentido afecto por su Congregación, también asistí a su Casa Regina Coeli de Nápoles y allí tuve la oportunidad de participar en una serie de actos con la Banda de Música de mi ciudad (P. Anfossi), de la que soy miembro y tengo el honor de ser su Vicemaestro.
En particular, tuvimos el honor de tocar para el 150 aniversario del nacimiento de Santa Juana Antida; en la procesión con motivo de la donación del busto de plata de la Santa a la Catedral de Nápoles; y, por último, con motivo del traslado de los restos de la Santa de la Iglesia de Regina Coeli a una sala del Monasterio.
Espero haber hecho algo bueno compartiendo mis experiencias con vosotros.
Con afecto,
Mario Femiano’.