Una semana vivida bajo el lema del compartir y de la fraternidad. Así podríamos resumir con palabras sencillas la experiencia de vida común que tuvo lugar del 9 al 15 de diciembre en la casa del oratorio de Ospiate. Después de semanas de preparativos, tomar medidas, amueblar la casa, montar mesas y camas, la casa por fin estuvo lista para recibirnos y dar comienzo a la propuesta dirigida al grupo de jóvenes del oratorio.
La jornada comenzaba a las 7.00 para vivir juntos un tiempo de oración al que le seguía el desayuno. Después, cada uno se dedicaba a sus propias actividades: algunos iban a trabajar, otros a la universidad, mientras otros se quedaban en casa a estudiar. El momento más divertido era, sin duda, al final del día, cuando los más habilidosos para la cocina preparaban la cena proponiendo ideas siempre creativas y así concluir con una velada en compañía, entre charlas y juegos, la imperdonable infusión y la recitación de Completas.

En definitiva, una oportunidad para vivir el día a día con sencillez, poniendo en la base de todo el hecho de estar juntos. Fue así como la semana de convivencia demostró ser una oportunidad para crecer, romper esquemas, aprender del ejemplo de las personas que nos rodeaban y, sobre todo, cuidarnos unos a otros a través de simples gestos o pequeñas atenciones.

La semana de vida común fue también una oportunidad para practicar la acogida. De hecho, no faltaron invitados que muy a menudo venían a almorzar, cenar o simplemente a pasar la noche juntos. Y es precisamente aquí donde nació el nombre que se eligió para la casa: «Pandocheion» (del griego, «posada»), retomando la imagen de la parábola del Buen Samaritano. Y esto es lo que pretende ser la casa, es decir, un lugar acogedor y hospitalario para vivir la fraternidad de manera abierta, sin cerrarse en sí misma sino abriéndose al otro.

Una preciosa oportunidad, pues, no sólo para experimentar la belleza de estar juntos y vivir un tiempo de calidad entre la alegría y las risas, sino también para compartir tiempo, espacio, actividades cotidianas y oración, como en una familia, viviendo la experiencia del amor fraterno.