Al teléfono de L’Osservatore Romano, la hermana Elvira Tutolo: torturas, malos tratos, detenciones ilegales y arbitrarias están a la orden del día en las superpobladas cárceles de la República Centroafricana. La denuncia, contenida en un informe de Naciones Unidas, se produce pocos días después de que Unicef informara de que más de diez años de conflicto prolongado e inestabilidad «ponen en peligro a todos y cada uno de los niños» de la República Centroafricana.
Dos informes internacionales distintos que no sólo vuelven sobre el azote de la grave situación sociopolítica del país, sino que también ponen de relieve otra dolorosa realidad para los niños. Porque los niños también se ven directamente afectados por el contenido del informe de la ONU sobre el estado de las prisiones.
«Aunque la República Centroafricana ha firmado una convención internacional para no encarcelar a los niños, sigue existiendo el problema de la ausencia de una cárcel de menores en el país«, explica al teléfono de «L’Osservatore Romano» Hna Elvira Tutolo, monja de las Hermanas de Santa Juana Antida Thouret originaria de Termoli: «Así que los niños que cometen pequeños o grandes delitos, lo que no es raro debido a las condiciones de extrema pobreza, son arrojados a celdas superpobladas junto con los adultos. Sin derechos». «Entramos en este problema de una manera muy directa», recuerda la Hna Elvira.
En Berberati estábamos a pocos pasos de la cárcel y una vez oímos unos gritos: nos quedamos de piedra al descubrir que eran los de un niño de sólo 12 años».
Tras unos 25 años de misión en Berberati, en la frontera con Camerún, la monja italiana vive ahora en la capital, Bangui, donde tiene «más voz» y dirige la ONG Kizito. En plena guerra civil, su actividad misionera se centraba en la reinserción de los niños soldados, mientras que hoy se centra cada vez más en la reinserción social de los menores encarcelados.
Decenas de miles de personas en África Central, incluidos niños, están detenidas en condiciones inhumanas. Empezando por la «tristemente célebre» prisión de Ngaragba, en Bangui. El hacinamiento en las prisiones provoca malnutrición generalizada, hace proliferar las enfermedades y priva a los presos de una oportunidad real de redención. El informe de la ONU insta a las autoridades centroafricanas a tomar medidas urgentes y concretas para remediar estas «violaciones de los derechos humanos»; al tiempo que denuncia que, a finales de 2023, 1.749 detenidos seguían a la espera de juicio, algunos desde hacía casi seis años, en flagrante violación del derecho a un juicio justo.
Podría haber margen para el cambio con la reforma penitenciaria en trámite. «Pero hay un grave problema relacionado con la financiación», explica la Hna Elvira, aportando su testimonio directo. «Como ONG Kisito, junto con Unicef, estamos dentro de una comisión internacional para resolver el problema de la falta de una cárcel de menores», dice la monja. Las propias autoridades centroafricanas le confiaron esta tarea, a raíz de lo que hizo en Berberati, donde salvó a unos 150 menores, entre los reclutados por las milicias Séléka y los que acabaron en la cárcel. «Chicos sin familia» (Kizito en la lengua local) a los que se saca de la calle, del bosque y de un futuro de delincuencia para reintegrarlos por caminos positivos gracias a una «nueva» vida en la comunidad donde se dedican a actividades productivas, desde los huertos comunitarios a la escuela de carpintería. «Hace unos tres meses, el gobierno nos cedió gratuitamente un terreno en las afueras de Bangui para reproducir lo que se hizo en Berberati», explica la hermana Elvira, que mantiene reuniones periódicas con el Ministerio de Justicia, diplomáticos y otras ONG de la zona: «Pero nos falta dinero para construir este centro».
Desde la guerra civil, que estalló a finales de 2012, la República Centroafricana nunca se ha recuperado del todo. En octubre de 2021, el presidente, Faustin Archange Touadéra, había declarado un alto el fuego unilateral con el objetivo de facilitar el diálogo nacional, pero gran parte del país -rico en diamantes, uranio y oro- sigue siendo objeto de ataques por parte de las distintas milicias.
En medio de muchas dificultades, el trabajo de la ONG Kizito continúa; mientras sigue resonando el llamamiento del Papa Francisco, quien, al abrir la Puerta Santa del Jubileo de la Misericordia en Bangui en 2015, instó a los centroafricanos a superar la «desconfianza», la «violencia» y el instinto de «destrucción» para ser artesanos «de la renovación humana y espiritual».
VALERIO PALOMBARO, L’Osservatore Romano, 27 de julio de 2024