Desde Paolo, actualmente en Chad, nos llegan noticias y fotos alentadoras sobre la plena reanudación de la escuela del Vicariato de Santa Juana Antida, en el distrito de Ndou de la capital, Yamena. El año pasado, las inundaciones en Chad se cobraron 600 vidas y devastaron hogares e infraestructuras, incluida la escuela de Ndou.
Pero con valentía y determinación, sin poder confiar en los planes públicos de emergencia, la escuela fue reconstruida y este año acoge a unos 300 niños en siete clases.
Los niños y los profesores dieron las gracias a Paolo y a todos los que apoyan la escuela a través de donativos, compras solidarias y otras iniciativas organizadas por los Hijos de Michela, que presentamos en el último artículo.
Allí donde las Hermanas de la Caridad están presentes con sus comunidades, la pasión educativa de Joana Antida las anima a ocuparse del crecimiento de las nuevas generaciones, codo con codo con la población local y, donde sea necesario, apoyando puentes de solidaridad con hombres y mujeres de buena voluntad, como los que apoyan a los Hijos de la Hermana Michela Larini, para la formación de las nuevas generaciones bajo el signo del Evangelio, para la construcción de un mundo justo, solidario, fraterno, pacificado. A partir de las periferias y, en particular, junto a las mujeres jóvenes y sus hijos.
El cambio climático, el fenómeno de El Niño y la aceleración de los ciclos hidrológicos el año pasado pusieron de rodillas a campos y ciudades. En concreto, barrios enteros de Yamena, la capital de Chad, quedaron sumergidos por la mayor inundación de los últimos 30 años.
Las inundaciones más graves de los últimos 30 años llevaron a Chad al estado de emergencia humanitaria, causando numerosas víctimas y desplazamientos masivos.
Cientos de miles de hectáreas de tierras de cultivo, cruciales para las economías locales y la seguridad alimentaria, quedaron destruidas, así como diversas infraestructuras y carreteras, aislando aún más a la población que ya vivía alejada de los servicios esenciales, incluidos los sanitarios. El acceso a la educación también se ha visto comprometido, ya que muchas escuelas han sido destruidas, cerradas o utilizadas como refugios para las comunidades afectadas.
La inundación de hectáreas y hectáreas de tierras de cultivo, en regiones que ya se enfrentaban a niveles críticos de inseguridad alimentaria, significa que la población puede disponer cada vez de menos alimentos.
Chad es también hogar de desplazados internos y refugiados, que ven cómo el agua se lleva las pocas posesiones que llevan consigo y destruye su único refugio. En el este de Chad, uno de los campos que alberga a parte de los más de 600.000 refugiados sudaneses en el país ha quedado completamente inundado.
Debido al cambio climático, las temperaturas en Chad están aumentando mucho más rápido que la media mundial. Las inundaciones son cada vez más frecuentes y cada año causan consecuencias humanitarias cada vez más devastadoras para hogares, escuelas, instalaciones y vastas zonas agrícolas, con el consiguiente aumento del riesgo de enfermedades transmitidas por el agua, inseguridad alimentaria y malnutrición.
El impacto de estas inundaciones subraya la necesidad de hacer frente a la aceleración de los efectos del cambio climático. Al tiempo que se proporciona ayuda de emergencia, es fundamental invertir en sostenibilidad para proteger a las poblaciones más vulnerables de estas amenazas crecientes.