«Aquí estamos, reunidos al final de esta Conferencia, en acción de gracias por la obra que el Señor está realizando en nuestros corazones, en nuestras vidas, en nuestra congregación: un proceso de transformación que está teniendo lugar.
Una vez más hemos escuchado la Palabra de Dios, una palabra fuerte que nos llama a emprender un camino de transformación, de conversión, de colaboración fraterna».

Del santo Evangelio según san Juan 15, 1-8

«Yo soy la vid verdadera, y mi Padre es el viñador. Todo sarmiento que en mí no da fruto, lo corta, y todo el que da fruto, lo limpia, para que dé más fruto. Vosotros estáis ya limpios gracias a la Palabra que os he anunciado.

Permaneced en mí, como yo en vosotros. Lo mismo que el sarmiento no puede dar fruto por sí mismo, si no permanece en la vid; así tampoco vosotros si no permanecéis en mí. Yo soy la vid; vosotros los sarmientos. El que permanece en mí y yo en él, ése da mucho fruto; porque separados de mí no podéis hacer nada. Si alguno no permanece en mí, es arrojado fuera, como el sarmiento, y se seca; luego los recogen, los echan al fuego y arden.

Si permanecéis en mí, y mis palabras permanecen en vosotros, pedid lo que queráis y lo conseguiréis. La gloria de mi Padre está en que deis mucho fruto, y seáis mis discípulos».

Arraigados en su amor,
en un proceso de transformación,
en la proclamación del Vino Nuevo

La Madre General, hermana María Rosa, entregó a cada Superiora Provincial un cesto de uvas para compartir con toda la asamblea. Es el símbolo «de la primera vendimia – los frutos apostólicos de nuestras realidades territoriales y del trabajo de esta Conferencia – para compartir con todos como signo de nuestra aceptación de esta transformación en curso”.

Proclamemos juntos que somos sarmientos fecundos de la única Vida, Cristo Jesús.