«¡En misión! De Betania a la aldea global», tras las huellas de la Madre Thouret, desde su lugar de nacimiento, inmersa en la verde campiña francesa, hasta la capital del Reino de Nápoles, que ya era entonces una ciudad cosmopolita.

El Consejo General, las Provinciales y sus respectivos Consejos fueron recibidos en Regina Coeli por las hermanas de la comunidad, los niños y jóvenes del colegio, los profesores y colaboradores, en un ambiente típicamente napolitano, caracterizado por saludos festivos, cantos, ondear de banderas y festones, ofrendas florales…..

El momento más emotivo fue la petición de paz para la «aldea global», planteada por todos los que abarrotaban el claustro de Regina Coeli en ese momento, oración y llamada a la responsabilidad colectiva expresada a través de la donación de un olivo a la Superiora General, la hermana María Rosa.

En el antiguo coro monástico, la Eucaristía era el momento culminante para entregar a Dios, en su Hijo crucificado y resucitado, la «aldea global»: con sus trabajos, sus penas, sus contradicciones, con su belleza, sus recursos, su impulso hacia el infinito.

Por la tarde, hubo una peregrinación por el interior de la casa de Regina Coeli, tocando algunos lugares queridos por la Madre Thouret y por todos los que han estado al menos una vez en este lugar que conserva la memoria de su vocación monástica a la oración, a la contemplación, al silencio… que desde la llegada de las primeras hermanas francesas, siguiendo a la Madre Thouret, hace fecunda su actual vitalidad apostólica.

La recepción por parte de la comunidad educativa de Regina Coeli fue preparada con empeño y entusiasmo por los alumnos jóvenes y mayores del colegio: banderas del mundo, dibujos de personajes napolitanos y platos típicos, adornos… Recibir al mismo tiempo la visita de tantas personas procedentes incluso de las partes más distantes del mundo es siempre una experiencia emocionante y espiritual: ¡todos somos una sola familia, porque todos tenemos la misma “herencia genética” que Dios! Todos habitamos la misma «aldea» en la que habitó el Hijo de Dios.