La Familia Vicenciana es un movimiento mundial formado por más de 4 millones de creyentes y más de 160 instituciones eclesiales que, desde hace más de 4 siglos, sirve a los más necesitados de nuestro mundo.
Como Familia Vicenciana, no queremos ni debemos permanecer impasibles ante la discriminación que millones de personas sufren, a día de hoy, por causa del color de su piel, procedencia, género, orientación sexual, creencias o cultura. El racismo es un cáncer que corroe nuestra sociedad y que está presente en todos los países del mundo y todas las sociedades. No solo es una enorme ofensa dirigida a todo aquel que es diferente, sino que también es un insulto a nuestra humanidad y a la intrínseca dignidad de todo ser humano, y un gravísimo pecado.
Como miembros de la Familia Vicenciana y como creyentes, creemos en un Dios que nos creó a todos iguales e hijos suyos. El racismo es, por tanto, totalmente opuesto a la fe en el Dios que nos dio la vida. Como cristianos, seguimos los pasos de Jesucristo, que nunca hizo distinción entre personas y trató a todos con dignidad y respeto.
Nosotros, los miembros de la Familia Vicenciana, seguiremos estando al lado de los más olvidados de nuestra sociedad y, entre ellos, muy en especial de todos aquellos que sufren cualquier tipo de discriminación. San Vicente de Paúl, nuestro fundador, nos recuerda que hemos de amar a nuestro prójimo sencillamente porque nuestro prójimo es “imagen de Dios y objeto de su amor”. Reiteramos nuestro compromiso de servicio a los excluidos, a los necesitados, a los sin techo, a todo aquel que sufre un trato discriminatorio por cualquier motivo. Nos comprometemos a reforzar nuestras acciones y tomar medidas para que nadie tenga que sufrir el acoso o la muerte por discriminación. Nos comprometemos a alzar la voz en todos los foros en los que estamos presentes para denunciar estas injusticias. Nos comprometemos a dar voz a los excluidos y discriminados, para que ellos sean los protagonistas de su propia historia.
El racismo no puede tener lugar en nuestra sociedad, ni en ninguna institución pública o privada, y debe combatirse con contundencia. El mal que provoca no solo afecta a la persona que es maltratada e, incluso, asesinada, sino que corrompe y destruye el tejido social y deshumaniza las relaciones, generando un odio irracional. Por eso, instamos a todas las autoridades a tomar firmes medidas para que no se vuelvan a repetir casos de segregación, racismo, trato diferenciado y violencia contra cualquier persona, por cualquier tipo de discriminación.
La vida humana es importante, sea cual sea el color de la piel, procedencia, género, orientación sexual, creencias o cultura.
Firmado: El Comité Ejecutivo de la Familia Vicenciana (VFEC).