El pasado 14 de mayo fue un Día mundial de oración, ayuno y caridad propuesto por el Alto Comité para la Fraternidad humana, al que se adhirieron varias religiones.
El objetivo era muy claro: enraizar el valor de la fraternidad en el espíritu de las personas, intercambiar la riqueza de cada religión y contribuir a la construcción de la paz.
¡Todos pertenecemos a la misma familia humana! El otro es un hermano a quien amar, con quien compartir la oración dirigida al Señor, nuestro Creador… ¡Una oportunidad de vida nueva!
Para mí, religiosa católica que viene de un Oriente Medio desgarrado por la guerra de religiones, este día fue una oportunidad para meditar en verdad sobre lo que nos une como seres humanos… sobre el amor que nos vincula a los unos con los otros, más allá de cualquier pertenencia religiosa. Porque esta oración común por toda la humanidad que, en estos tiempos, se ve afectada por la pandemia, y en otros momentos por el odio y el miedo…, esta oración es, sin duda, un medio para ayudar a mejorar las relaciones entre los pueblos.
Si la oración es una relación íntima, profunda y sagrada que eleva el corazón hacia el Creador, también es comunión entre todos nosotros, comunión de vida por el Espíritu… Ella nos une…
Este día fue para mí una ocasión que me permitió tocar la fuerza del Amor de Dios que está en el corazón de la humanidad… ¿Alá es el más grande?… Él es este Espíritu que da vida y que es la Vida…
También vi en este día un expresar un sentido de gratitud hacia el otro distinto de mí y, sin embargo, de la misma humanidad, gratitud hacia todas las personas de todas las confesiones y religiones que, de diversas maneras, están disponibles para los otros, incluso en riesgo de sus propias vidas.
Sí, un día de oración respetando las tradiciones…, un ayuno para reconocer nuestra propia fragilidad.
Una oración que hizo crecer en mi corazón una cierta esperanza de paz para mi tierra que vio el nacimiento de todas las religiones monoteístas… ¡una oración común que surge del corazón de todos y cada uno hacia el Corazón de Dios!
Sr Thérèse Raad, SdC