San Ferdinando di Calabria, en la sede de las Hermanas de la Caridad, está activo el Comedor de Cáritas de la diócesis de Oppido Mamertina Palmi, sostenido también por los fondos «8 x mil» de la Conferencia Episcopal Italiana. Junto con el Almacén Solidario y el Centro de Escucha diocesano, es un puerto seguro donde cualquier necesitado puede desembarcar y encontrar aceptación y una nueva dignidad.
El gueto de las tiendas de campaña
A unos cientos de metros se encuentra la escandalosa «ciudad de las tiendas», donde los inmigrantes que encuentran un empleo ocasional en trabajos agrícolas de temporada -recogida de tomates, naranjas…- viven en un gueto de trabajo ilegal, miseria y abandono. Las cifras de asistencia, en los días de mayor cosecha, alcanzan las 2000 personas. La «ciudad de las tiendas» es una tierra de nadie, donde incluso el Estado está ausente, un gueto sin reglas, sin seguridad, sin higiene y sin condiciones mínimas de vida. Sin embargo, las frutas y verduras que llegan a las mesas de los italianos son fruto de su trabajo.
Una comida caliente, llena de humanidad
Las hermanas de la comunidad, junto con un grupo muy activo de Amigos de Santa Juana Antida, gestionan dos veces por semana el Comedor de Cáritas, que ofrece comidas y consuelo a familias con dificultades económicas y a inmigrantes.
Los voluntarios AJA preparan unas 400 comidas, 200 en el Comedor, para familias desfavorecidas y los más vulnerables. Y otras 200, con bandejas individuales de comida aún caliente, llegan a la «ciudad de las tiendas» para ser distribuidas entre los jornaleros agrícolas.
Un lugar para todos
El Comedor acoge a todos, sin distinción: familias con dificultades económicas, inmigrantes, mujeres solas, madres solteras y cualquier persona que atraviese un momento de grave fragilidad. La presencia de las Hermanas de la Caridad, con su cercanía y dedicación, contribuye a crear un ambiente en el que todos se sienten nutridos material y espiritualmente.
La historia de Osama, de huésped a mediador
Tras recibir ayuda y apoyo en el Comedor, Osama quiso contribuir a la integración de sus compatriotas a través de una valiosa mediación lingüística. Un intercambio intercultural que va así más allá de la comida, implicando hábitos, lengua y costumbres, creando lazos duraderos de amistad entre las personas y generando una cultura que une y enriquece.