En Milán, prisión de San Vittore, y en Termoli, Ciudadela de la Caridad, junto con los jóvenes, intentamos superar nuestros miedos para abrir puertas y pisar la tierra sagrada que somos y que son los demás.
Con el Apóstol Tomás, tocamos los signos del Amor que salva las causas que creíamos perdidas.
Con Moisés, nos acercamos a los deseos que arden en nuestros corazones. Entrenamos nuestros oídos para escuchar las profundidades del mar, nuestros ojos para volver a mirar las estrellas.
Saboreamos la sencillez de la fraternidad y sentimos la fragancia de la Palabra que restaura la vida. Hemos tratado de buscar lo bello allí donde todo parece desechado.
Seguimos caminando con la confianza de que… ¡»Yo estaré contigo«!