Juana Antida Thouret: su vida

En la familia Thouret, donde ya había tres hijos varones, nace Juana Antida el 27 de noviembre de 1765 en Sancey, un pueblo de la Franca Contea, en Francia y fue bautizada el mismo día, con el mismo nombre de la madrina.

Los años de su infancia y juventud pasan en la normalidad, pero se revelan determinantes para su futuro: vive en una familia numerosa donde los valores humanos y cristianos son prioritarios, una familia probada por el sufrimiento a causa de la larga enfermedad de la madre y de las relaciones tensas y a menudo conflictivas por la presencia en la casa de una hermana del padre, soltera y de carácter difícil.

Su pueblo natal: Sancey

La Iglesia de Sancey

La casa de donde Juana Antida partió a Paris

A los 16 años, Juana Antida pierde a su mamá y ahora ella es la madre de la numerosa familia, con una tía que cuestiona las responsabilidades confiadas por el padre.

En la calma relativa del fin del antiguo Régimen, cuando el recrudecimiento de las ideas revolucionarias llegaba hasta las zonas rurales, Juana Antida conoce el trabajo duro de las personas del pueblo con una familia a cargo.

Ella consigue todo lo que emprende.

Pero contra el parecer de los suyos que le buscan un buen partido, elige dejarlo todo con una partida que piensa será definitiva, para seguir un llamado misterioso de servir a Cristo y a los pobres.

El 1787 marca un inicio. A los 22 años empieza para Juana Antida una nueva vida. No es más la dueña de casa estimada, sino la pequeña hermana que debe recibir todo de la comunidad y de las responsables.

En Langres, en París, entre las Hijas de la Caridad de San Vicente de Paúl aprende a servir los enfermos pobres.

El itinerario previsto para la formación de las jóvenes religiosas parece indicar un recorrido sin imprevistos. Esto si no se tienen en cuenta la enfermedad, el duelo por la muerte del padre, la confusión revolucionaria, los disturbios dentro del convento mismo, la persecución religiosa.

A pesar de esto, nada desvía a Juana Antida de su proyecto, ni siquiera, el regreso forzado en 1793 a su pueblo natal.

Un servicio de las Hijas de la Caridad

San Vicente de Paúl
y las Hijas de la Caridad (Blamont)

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La Regla de las Hijas de la Caridad

El hospital Laennec: lugar de servicio de Juana Antida en París

A su regreso a Sancey, le piden a Juana Antida de ayudar a los niños privados de la escuela, a los enfermos sin médicos, a los cristianos sin sacerdotes, a los sacerdotes que se esconden. A cada uno, le dona sus talentos y capacidades.

Amada por todos, tiene todo para triunfar. ¡Pero ella sueña soledad, pobreza, oración!

El proyecto de vida religiosa continúa a habitarla y se une al ideal de vida propuesto por el padre Receveur.

Ahora ya está lista para ir a Suiza a los seguimientos de los Solitarios del Retiro Cristiano, perseguidos, expulsados, transformados de emigrantes en fugitivos en viaje hacia Alemania.

Juana Antida en Sancey durante la Revolución

El Padre Receveur, fundador de la comunidad de los Solitarios

En esta fuga con los Solitarios, sin una meta, en medio de múltiples peligros del viaje, amenazados tanto por el ejército imperial francés como por el austríaco, entre pobreza, epidemias y problemas cotidianos en el seno de la comunidad, Juana Antida no pierde la cabeza, ni su amor por Dios y por los enfermos pobres que se le confían y para quienes ella se dona sin reparo.

En Neustadt, en Baviera, ve morir su joven hermana y muchos otros. Hace todo con idoneidad y sabiduría, no resiste más no poder concretizar como ella desea su amor a los enfermos: Dios la llama aún en otros lugares.

¿Pero dónde, entonces?

¡Nueva interrupción!

En 1797, Juana Antida deja Wiesent, cerca de Ratisbona donde los Solitarios se establecieron, sin dinero, sin documento, sin conocer la lengua alemana, teniendo por brújula el abandono en Dios y su confianza en EL.

Llega a Suiza y a Einsiedeln, después a Francia donde había prometido no volver nunca más.

Es aquí que recibe de la Iglesia la bella y fatigosa misión di regresar a Besançon para contribuir a restablecer la diócesis sobre el plano humano y cristiano, después de los desastres de la Revolución.

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La abadía de Einsiedeln

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La Virgen negra de Einsiedeln

En Landeron, ocupada de instruir a los niños, de curar a un sacerdote enfermo, Juana Antida había encontrado una vida más tranquila.

Debe una vez más hacer las valijas e ir donde no había elegido de ir. ¿Cómo prepararse al futuro incierto, peligroso que entreveía?

No debe buscar lejos. El Terror se despierta.

Habiendo estado en el exilio, Juana Antida debe esconderse por casi un año en La Grange, prisionera silenciosa y orante en una minúscula habitación prestada por una amiga arriesgando su vida.

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Juana Antida recibe su misión en Landeron (Suiza)

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Landeron: casa de la escuela

¡Aquí está finalmente en Besançon, sin otra seguridad que la misión confiada y su abandono en la Providencia!

La calma no está aún restablecida, cuando Juana Antida abre la primera escuela el 11 de abril de 1799, fundadora por obediencia de una Congregación que ella pone bajo la protección de San Vicente de Paúl, de quien toma los primeros elementos de su Regla de Vida.

A lo largo de diez años, Juana Antida trabaja, lucha, forma las jóvenes, cura los enfermos, establece las obras, coopera con las autoridades locales para el cuidado de los pobres y sostiene la Iglesia.

Reconocida a nivel civil, por el Prefecto y después por Napoleón, su fundación adquiere fama y se expande por los países vecinos: en Saboya, en Suiza, en Nápoles, la gran ciudad rica de sus pobrezas, de su historia, aún herida por el paso de las armas francesas.

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La ciudad de Besançon

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La calle de Martelots, lugar de la primera comunidad

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El Prefecto Jean Debry

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Mons. Lecoz, Arzobispo de Besançon

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La Regla de Vida aprobada por Mons. Lecoz

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El servicio de las hermanas en el espíritu de San Vicente de Paúl

Es con confianza que Juana Antida acoge la aventura napolitana propuesta por Madama Leticia, madre de Napoleón; con sus hermanas se prepara lo mejor posible.

Ciudadana europea, en Nápoles siembra la bondad, cura, instruye, maravilla por la nueva forma de vida en medio del mundo.

Pero está siempre a merced de la adversidad, de la pobreza, de los celos. Y su inquietud crece respecto a las comunidades que quedaron en Francia, donde sopla un viento fuerte.

El lindo tronco del árbol que puso raíces en Besançon no la reconoce más.

Lacerada, y puesta a la prueba por la separación, el año 1819, es el momento en que la Iglesia la reconoce y aprueba la Regla de Vida, una de las primeras en presentar una Vida Religiosa apostólica femenina.

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Juana Antida en el momento de su partida a Nápoles

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La ciudad de Nápoles

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El monasterio de Regina Coeli: la casa de las hermanas

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La plaza delante de la Iglesia de Regina Coeli

Una callecita de la antigua Nápoles

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El Papa Pio VII

Encuentro con el Papa que aprueba
la Regla de Vida de la Congregación

Un viaje a París hacia las autoridades que la rechazan, ¿obtendrá una reconciliación entre las dos partes del instituto?

¡Es el fracaso!

Juana Antida permanece de pie, en el corazón de la tormenta, con el dolor constante de no haber sabido retejer la unión con la comunidad de la Franca-Contea y de no haberla podido abrir a la Iglesia Universal.

Madre Thouret repetía: «Soy Hija de la Iglesia, séanlo conmigo», como escribió en la Circular del 11 de abril de 1820.

Por su unidad a la Iglesia mereció ser llamada Filia Petri.

Pasando por Saboya, en Saint Paul-en-Chablais, Juana Antida retoma el camino a Nápoles con la pena en el corazón.

A cada instante su oración, nutrida por el sufrimiento vivido con el Señor en la Cruz, supera los horizontes del espacio y del tiempo y le permite continuar a amar hasta la muerte la comunidad rebelde y a custodiar la esperanza, aún arriesgando la separación definitiva.

El sufrimiento para Juana Antida es enorme: la falta de reconocimiento provoca la división en el Instituto entre las dos ramas, italiana y francesa, que reencontrarán la unidad en la mitad del novecientos. Pero todo esto hace más sólida y segura la confianza de Juana Antida en el amor de Dios.

Le quedarán solamente tres años de vida, entregados en Nápoles en el trabajo apostólico sin dejar jamás escapar sentimientos de rebelión, por la injusticia que sufre, y más perdonando y rezando por todas sus Hijas, las que están cerca y las lejanas.

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San Pablo en Chablais: la casa del primer noviciado en Saboya

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El párroco de Thonon, Padre Neyre

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Las últimas palabras de la oración escrita
por Juana Antida en los momentos de prueba

Confiando todo a Aquel que la había llamado, llena de su amor sostenido en las múltiples pruebas, Juana Antida, se enferma, y muere en Nápoles, el 24 de agosto 1826, la llora todo el pueblo Napolitano.

Mujer de innovación, Juana Antida venció grandes batallas con el sufrimiento y la gracia, el amor a Dios a los pobres, el amor a la Iglesia y a su Congregación.

Y la Iglesia proclamó su santidad el 14 enero de 1934.

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El vitral de la iglesia de Malbuisson (Francia)

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La habitación de Juana Antida, en Napoles, transformada en lugar de oración

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La estatua de Juana Antida colocada en Sancey en ocasión de la canonización

¿Cuál es el mensaje para ti de Juana Antida?

De Shamil Kamal – Amiga de Juana Antida y mamá de familia – Pakistán

Toda la vida de Juana Antida es bella y puede iluminarnos, pero lo que para mí es más significativo es su coraje inspirado por la fe en Dios. Nosotros, mujeres paquistaníes, abordamos muchas dificultades. Como dice Juana Antida, desde el momento de nuestro nacimiento Dios nos puso «a los pies de la Cruz». Pero, como amiga de Juana Antida, aprendí a afrontar las dificultades. Su coraje es el mensaje cotidiano para mí.

Yo vivo en la familia de mi marido (como se usa aquí), con todos los problemas que esto conlleva. Mi marido no tiene un trabajo fijo y los precios son muy altos. En este país musulmán nosotros cristianos estamos siempre amenazados. Tenemos miedo… hay violencia necesito coraje en cada momento.

Pensar en Juana Antida, me ayuda a permanecer serena y a retomar coraje. Como ella, también yo, confío todo a Dios y voy adelante. Siempre digo una breve oración mientras cocino o mientras realizo las tareas de la casa. Cuando tengo problemas, pienso en sus palabras: “Dios tiene los medios para arreglar todo”. Y esto me basta para darme coraje.

De Jessie Spiteri y Daniel Grech – Amigos de Juana Antida y voluntarios – Malta

«Yo soy hija de la Iglesia»: como miembros laicos de la iglesia, estas palabras y el conmovedor testimonio que ocultan siguen siendo un faro que ilumina nuestros pasos para seguir siendo inspirados por el carisma de Juana Antida.

Tenemos siempre presente los principios de Juana Antida: hacer posible a las personas vulnerables el aprendizaje y la adquisición de la dignidad y la esperanza mediante el trabajo. Como Juana Antida, nos esforzamos en aliviar los sufrimientos de los otros y de desarrollar su capacidad, de modo que ellos crezcan en la confianza, en la auto- aceptación y puedan abrirse a la gracia y al amor generoso de Dios

Este es el camino que queremos seguir en nuestra vida y en nuestro servicio de voluntariado, junto a las Hermanas de la Caridad, ayudar a sostener el sufrimiento del prójimo.

De Louise Besaw – enfermera y miembro de la Sociedad San Vicente de Paúl – Estados Unidos

No conocía nada de Santa Juana Antida cuando comencé a trabajar con las hermanas como enfermera en el Santa Juana Antida Nursing Home para mujeres en West, Wisconsin. Enseguida pero, pude conocer su carisma por medio de las hermanas con quienes trabajaba. Su amor, amabilidad, el trabajo laborioso, el sacrificio y la fe me inspiraron y ayudaron a crecer moralmente.

La hermana Celeste Rossi me regaló una copia de la vida de Santa Juana Antida. Quedé muy impresionada como ella soportó muchas dificultades y también quedé conmovida por su gran confianza.

En toda su vida se mostró muy intrépida en el servicio a los pobres y enfermos.

Esto me inspiró a dedicarme en la Sociedad San Vicente de Paúl, que se ocupa de ayudar a los pobres en la parroquia y en la comunidad de mi barrio.

De Carmela Cristiani – Amiga de Juana Antida – Trabajadora social con los discapacitados y educadora de los menores en la calle – Italia

Soy una laica de San Giorgio a Cremano (Nápoles), amiga de Juana Antida quizá desde siempre. Dado que dicha amistad es una llamada, no existe un único mensaje que me ayude en mi compromiso, es toda la vida de Juana Antida que se convirtió en un modelo para seguir, o mejor dicho, mi opción es poner su vida como estilo de mi vida.

El proyecto de nuestro Señor hizo que yo me comprometiera tanto como trabajadora social sanitario para los discapacitados, como educadora para los menores de la calle. Todo esto me lleva a estar en unidad con Juana Antida, y a preguntarme en todo momento como se hubiese comportado ella en tal situación

El compromiso luego en la Iglesia, en la parroquia, es indispensable: «Yo soy hija de la Iglesia séanlo ustedes conmigo», incluso si debo destacar que todos nosotros somos Iglesia: cada gesto, cada palabra, cada sonrisa, cada silencio, cada escucha es compartido por el amor de Dios.