«En el mundo, hay 3.300 millones de personas que viven en países obligados a pagar más dinero por los intereses de la deuda que por la educación y la salud. El Sur del mundo ha pagado el precio más alto de las crisis». Esta es la denuncia de la UNCTAD, la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Comercio y Desarrollo, retransmitida por Asianews.
No se trata de un tema nuevo para un Jubileo: ya en el año 2000 Juan Pablo II había pedido hacer propia esta idea de raíces bíblicas en el momento de transición de un milenio al siguiente. Así, 25 años atrás la condonación de la deuda también se convirtió en un tema importante para la sociedad civil.
¿Por qué Francisco siente ahora la necesidad de relanzar este tema? Porque, sobre todo en los últimos años – a raíz de la crisis mundial que provocó la pandemia y se agravó por las repercusiones del conflicto en Ucrania – en muchos países de África, América Latina y Asia la cuestión de la deuda pública ha vuelto a estallar de forma muy manera dura “Estamos ante una crisis que genera miseria y angustia, privando a millones de personas de la posibilidad de un futuro digno –dice el Papa Francisco dándoles voz-. Ningún gobierno puede exigir moralmente que su pueblo sufra privaciones incompatibles con la dignidad humana” .
Sólo para dar algunas proporciones: según datos procesados por la UNCTAD – la agencia de la ONU para el comercio y el desarrollo –, a fines de 2023 la deuda pública a nivel global alcanzó la cifra (récord) de aproximadamente 97 mil billones de dólares. De esta cifra, sin embargo, más de 33 billones de dólares corresponden a deuda estadounidense. La de todos los países africanos en su conjunto asciende a poco más de 2 billones de dólares.
«La crisis de la deuda es una crisis oculta», explica Giovanni Valensisi, economista italiano de la UNCTAD y uno de los autores del informe. «En el panorama general, las cifras que afectan a los países en desarrollo parecen pequeñas, pero si se observa lo que provocan en sus sociedades, tienen un impacto enorme”. Más de 3.300 millones de personas en África, América Latina y Asia, por ejemplo, viven en países que se ven obligados a gastar más dinero para pagar los intereses de sus deudas que para financiar la salud o la educación. En la mitad de los países en desarrollo, más del 6,3% de todos los ingresos generados por la exportación se destinan a pagar a los acreedores. Un “impuesto” injusto para los países pobres.
Lo que está detrás del llamamiento del Papa Francisco a volver a poner en el centro de atención el tema de la deuda con ocasión de este Jubileo, es la conciencia que sin embargo, de que hoy condonar cuotas importantes es una operación más compleja que 25 años atrás. Porque la mayor implicación de los inversores privados multiplica los interlocutores con los que hay que negociar este acto de justicia. Por eso el Pontífice también exhortó a dar un paso más: imaginar «una nueva arquitectura financiera internacional que sea audaz y creativa». Para garantizar que el peso de las crisis del mañana no recaiga una vez más sobre los hombros de los pobres.
Hay algunas ideas sobre la mesa: «Un primer paso -explica Valensisi- sería abordar la cuestión de la representatividad: implicar realmente de manera significativa a los países en desarrollo en las mesas donde se toman las decisiones. Pero también se está pensando en mecanismos para abordar el problema de los costos excesivos de la deuda: una hipótesis es reforzar los bancos multilaterales y regionales de desarrollo, tanto en términos de capitalización como de capacidad de préstamo consiguiente, haciendo que amorticen parte de los riesgos o emitiendo una parte de los préstamos en monedas locales. Pero sobre todo, es necesario aumentar la sensibilidad financiera a la hora de conceder los créditos, dando prioridad a los proyectos en países pobres que generen desarrollo a largo plazo”. Ejemplos de un posible camino. Para que – como en la idea bíblica del Jubileo – podamos verdaderamente volver a empezar todos juntos.
de Giorgio Bernardelli, Asianews