Abrazar la comunidad y la gratitud: las cuatro jóvenes maltesas compartieron su experiencia con nosotros.
«Como cuatro jóvenes embarcadas en un viaje a Roma, nos encontramos inmersas en una experiencia de voluntariado transformadora en el Centro Pedro Arrupe, del 24 de julio al 4 de agosto de 2023. El Centro Pedro Arrupe, una de las instalaciones en Roma del Centro Astalli (Servicio Jesuita a Refugiados) está dividido en diferentes realidades, todas orientadas a acoger y acompañar a familias de refugiados, menores extranjeros en dificultad, madres solteras con hijos.
Nuestra estancia en el Centro Arrupe nos permitió estar al servicio de muchas maneras diferentes, empezando por la sede del Centro Astalli, donde pudimos echar una mano en el comedor social e impartir clases de inglés.
Continuamos pasando tiempo con los niños pequeños del Centro Arrupe en un programa de atención infantil, donde fuimos testigos de la inocencia y la alegría de los niños que allí residen.
Durante nuestra estancia en los centros, nos conmovió la diversidad de personas que encontramos. De orígenes diversos y con historias únicas que compartir, estas personas nos abrieron los ojos ante el privilegio que a menudo damos por sentado. La experiencia de conocer a quienes carecen de un techo bajo el que cobijarse, pero siguen siendo positivos, nos impactó profundamente. Nos sentimos humildes y agradecidos por las necesidades básicas que siempre hemos tenido: una casa, una cama y comida.
A través de nuestro servicio en el comedor social, descubrimos que incluso los actos más sencillos, como cortar frutas y verduras o servir comidas, podían aportarnos felicidad. Las sinceras expresiones de gratitud y los auténticos deseos de que pasáramos un buen día de quienes comían en el comedor nos llenaban de satisfacción.
Del mismo modo, en el Centro Arrupe, crear un espacio para el cuidado de los niños y ver cómo disfrutaban de él nos produjo una inmensa alegría. Fue conmovedor ver a los padres sonreír mientras observaban cómo sus hijos se integraban y jugaban libremente, con una sonrisa en los labios. Descubrimos el poder de los pequeños momentos que nos alegraban el día. Ya fuera un niño columpiándose de alegría, unas madres bailando juntas, las sonrisas de júbilo de los hombres del comedor social al ser recibidos con calidez, o la euforia de un alumno al aprender algo nuevo: estos momentos dejaron impresiones duraderas.
Las relaciones que entablamos durante nuestro voluntariado fueron preciosas. Hicimos amigos no sólo entre nosotros, sino también con las personas a las que atendimos tanto en el Centro Astalli como en el Centro Arrupe. Nuestras interacciones con los inmigrantes nos permitieron conocer sus vidas e historias, fomentando una comprensión y sensibilidad más profundas hacia sus luchas.
Ni que decir tiene que durante nuestra estancia no hubo ni un momento aburrido. Y cuando nuestra experiencia llegó a su fin, apreciamos cada parte de ella y anhelamos la oportunidad de revivirla de nuevo. Esta experiencia nos enseñó el valor de la gratitud, la belleza de vivir en comunidad y la alegría de devolver. Volveremos a casa cambiados para siempre, llevando con nosotros recuerdos que nos durarán toda la vida, agradecidos por las inestimables lecciones aprendidas e inspirados para seguir marcando la diferencia en la vida de los demás.
Nuestra experiencia se vio enriquecida por la dedicación de la hermana Paola A., la coordinadora de Pedro Arrupe, cuyos incesantes esfuerzos se dirigieron a mejorar las instalaciones y los servicios del centro. Su pasión por crear un entorno mejor nos llegó al corazón, motivándonos a contribuir en todo lo que pudiéramos.
Por último, pero no por ello menos importante, esta experiencia sólo fue posible gracias a la dedicación y orientación de la hermana Ramona y la hermana Melissa, ya que nos acompañaron durante los meses previos a esta experiencia, y también durante la estancia».