El 15 de octubre se conmemora el Día Internacional de las Mujeres Rurales, establecido por la Asamblea General de las Naciones Unidas en el año 2007, como reconocimiento de su contribución ya que representan una cuarta parte de la población mundial y aseguran la mitad del sustento alimenticio planetario custodiando el medio ambiente y la biodiversidad.
Sin embargo, la situación en la que viven limita su pleno potencial y las coloca muy detrás de las mujeres urbanas y de los hombres. Su trabajo pertenece a la economía informal con un nivel de protección social y laboral muy bajo o inexistente por lo que el 64 % posee bajos ingresos, menos del 15 % son dueñas de sus tierras, el 40 % no tiene agua potable y son las encargadas de acarrear el agua que consume la familia, las niñas de las familias rurales pobres son más propensas a contraer matrimonio antes de los 18 años y dan a luz sin acompañamiento médico. Solo el 2% completa la educación secundaria, la mayoría no posee acceso a la internet
En todas partes se escucha lo que afirman las trabajadoras Paraguayas: “Como agricultoras hemos aprendido a hacer frente al cambio climático, la tierra ya no produce como antes”, nos dice doña Nidia (de San Miguel), “debemos adaptarnos y cambiar”, por ejemplo, practicando una agricultura sostenible, cambiando al uso de semillas resistentes a la sequía o liderando iniciativas de reforestación, recuperación y concientización.
Pero, “nada se compara a la tranquilidad del campo o a la producción de alimentos frescos y sanos” agrega. Doña Aurora (Km 4, Triunfo) confirma y añade “es un gran esfuerzo para mejorar la economía familiar, lo hago con gusto por que deseo que mis hijas estudien”. Completa doña Nilda (Sgdo Corazón) “las trabajadoras rurales somos mujeres de fe. Creemos y sostenemos a los nuestros en la esperanza de que algo mejor viene, de que el esfuerzo vale la pena, y que aun cuando la cosecha no es buena, Dios cuida de nosotros y nos alimenta”.
Como Hermanas de la Caridad buscamos promover su labor como proveedoras de alimentos a la vez que protectoras del medio ambiente, y las acompañamos para que puedan participar en la toma de decisiones dentro de sus comunidades.
Algunas experiencias:
En India, nos narra la hermana Pushpa se han organizado grupos de mujeres que realizan comunitariamente tareas de limpieza de terrenos, plantación y cuidado recibiendo un pequeño aporte del gobierno que les permite mejorar su alimentación y acceder a la atención básica de la salud.
En Italia, al menos en la zona de Emilia Romagna, las mujeres constituyen cerca del 35% de las personas establemente empeñadas en las actividades agrícolas. Uno de cada tres establecimientos es conducido por mujeres y en general se caracterizan por su sustentabilidad, capacidad de innovación y venta directa de sus productos. Dentro de las que conducen estos establecimientos la mayoría esta sobre los 50 años, lo que indica que las personas jóvenes no son estimuladas a realizar estas actividades tan importantes para la seguridad alimenticia, nos cuenta la señora Marina, de Ferrera.
La mujer rural albanesa trabaja como un hombre, se somete a matrimonios concertados (eligen el esposos para ella), genera hijos, cuida de la familia numerosa, a menudo vive con los suegros y los hermanos o hermanas del marido, por lo tanto, la familia extensa. Si sufre violencia (una de cada dos lo vive), no se rebela, se mantiene en silencio y no se divorcia (porque es inmoral y seria despreciada hasta de su propia familia)… Tiene un papel clave que desempeñar para contribuir a la seguridad alimentaria y a la erradicación de la pobreza. Se encarga tanto de las tareas domésticas como de las labores en el campo, desde cuidar el ganado, cargar leña sobre sus hombros, caminar kilometros para llegar a lugares mas poblados para vender sus productos, recibe a los invitados en la casa, siempre con la cabeza gacha sin que le hagan un cumplido.
Pueden ser jóvenes pero su piel quemada por el sol, las manos asperas, la educacion deficiente y el cansancio del trabajo pesado muestran una edad mucho mayor. Mucho se ha hecho, mucho hay que hacer todovaia para devolver su dignidad dice la hermana Marlysse
Dos experiencias
Me llamo Porfiria Gauto y vivo en Puerto Triunfo, Paraguay. Me mude aquí cuando mis hijos eran chicos y yo había salido de una enfermedad muy grave. Nuestra economía no era muy buena y una vecina nos dio una vaca con su ternera para cuidar, ordeñar y así tener leche para mis hijos. Con el esfuerzo de todos llegamos a tener varias lecheras y salíamos a vender la leche. Teníamos también nuestra huerta con los chicos ayudando a mí marido en el sustento de la familia. Hace un año construimos un semillero al lado de nuestra casa y emprendimos con mi hija Yessi, que estudia ingeniera agrónoma, un nuevo desafío. Ahora tenemos para vender plantines de verduras y plantas ornamentales, como cactus y suculentas, y preparamos centros de mesa y souvenirs naturales para fiestas y eventos
La mujer rural es la primera en levantarse, da el desayuno a los chicos, ve los animalitos. después acompaña al marido a la chacra y regresa para cocinar. Por la tarde lava la ropa, limpia el terreno, está trabajando y velando por todo hasta que los chicos van a dormir. Es trabajadora, mamá, esposa, enfermera, modista, cocinera, veterinaria, limpiadora, educadora, consejera, administradora, psicóloga. Debe darse maña para todo, ser capaz de todo. (doña Adela Pereira, Cristo Rey, Paraguay)
Paraguay, Doña Nidia, San Miguel, picando ramas para plantar.
Doña Aurora, km 4 Triunfo.
Ña Nilda sgdo Corazón
Doña Adela
Porfiria