Cristo es la vid, y nosotras sus sarmientos

«La esperanza cristiana abraza la certeza de que ninguna oración llega ante Dios, excepto la oración de los pobres». Lo dice el Papa Francisco en su mensaje para la VIII Jornada Mundial de los Pobres, que se celebra el 17 de noviembre. Su título «La oración de los pobres asciende hasta Dios». (Eclesiástico 21,5) está relacionado con el año 2024, dedicado a la oración, en vista del Jubileo de 2025.

El hilo conductor del libro del Eclesiástico es la certeza de que los pobres ocupan un lugar privilegiado en el corazón del Señor, hasta tal punto que, ante su sufrimiento, Dios se impacienta hasta hacerles justicia. Pero nadie está excluido de su corazón, pues ante Él todos somos necesitados, todos somos mendigos, pues sin Dios no somos nada.

Con corazón humilde y pobre, pedimos la intercesión de Juana Antida, que rezaba así en 1821: «Dígnate, oh Dios, hacer resplandecer tu bondad y tu misericordia, dígnate escuchar, oh Dios, mi humilde oración. Sólo soy debilidad, pecado e ignorancia, nada puedo hacer sin Ti».

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