«Qué emoción – nos dice la hermana Alexandra – poder compartir con vosotros lo que hemos vivido en la celebración de la consagración perpetua de la hermana Andreea en Timișoara, Rumanía”.
La hermana Andreea creció con su hermano y sus padres en Brașov, en la región de Transilvania. Desde muy pequeña, fue llevada por sus familiares, especialmente su abuela, a recibir los primeros sacramentos. La familia era y es cristiana practicante, y esta fue la piedra angular sobre la que se cimentó su relación con Dios. La escuela fue otro punto de referencia en su vida, hasta que terminó sus estudios en la Facultad de Trabajo Social de su ciudad natal.
Su contacto con las Hermanas de la Caridad fue verdaderamente providencial. Antes, sin embargo, pasó por un largo período de discernimiento vocacional durante seis años, entre la formación de una familia y la vida consagrada. En un momento dado, Andreea recibió una invitación para ir a Medjugorje con un grupo de jóvenes de la parroquia. Allí, en oración, recibió la respuesta a su pregunta de búsqueda vocacional.
El encuentro con las Hermanas de la Caridad llegó un año después, a través de su madre. Ella también estaba en Medjugorje y conocía a una Hermana de la Caridad.
Andreea vivió su postulantado en Bucarest, su tiempo de noviciado en Roma y un año de juniorado en Francia. De vuelta a Rumanía, experimentó el servicio en varias comunidades. Su misión fue entre los niños, en el trabajo social, con los emigrantes y con los jóvenes.
Actualmente, la hermana Andreea está en Timișoara, una comunidad que atiende principalmente a jóvenes. Las hermanas de la comunidad de Timișoara -una gran ciudad multicultural hacia las fronteras con Serbia y Hungría- visitan a enfermos y ancianos en sus casas, colaboran en la pastoral parroquial y en el trabajo social.
La celebración de la consagración perpetua comenzó con una vigilia de oración con los jóvenes, las hermanas y su familia. Fue un momento intenso de comunión con la hermana Andreea, emocionada y feliz de pronunciar su Sí para siempre al Señor después de unas horas.
El 29 de septiembre de 2024, la celebración fue un gran momento de comunión espiritual con Dios y todos sus santos. Todos éramos un solo cuerpo y una sola alma rezando por una monja generosa al pronunciar su sí para la eternidad.
Los jóvenes del coro diocesano cantaron maravillosamente, ayudando a la gente a rezar y a centrarse en lo que estaban viviendo. Durante la homilía, el celebrante subrayó dos cosas importantes: la fidelidad en la vocación y la perseverancia hasta el final.
Significativa fue también la presencia del párroco, que dio toda su disponibilidad, abriendo las puertas de la casa parroquial, para que todo saliera bien. Al final, el párroco concluyó con una sonrisa: «La hermana Andreea puede celebrarlo una semana más… pero después debe empezar su trabajo en la parroquia».
A la celebración eucarística siguió un hermoso momento de convivencia entre las hermanas, los sacerdotes, los familiares, los jóvenes y los conocidos.
Fue un momento intenso de compartir y de unidad. Cantamos, bailamos y nos sentimos verdaderamente en familia.