Educadora de alumnos, de madres, de novicios, con bondad y paciencia sacadas del corazón de Dios.
En Tortona, en el Instituto San Vicente: una escuela primaria, cursos culturales, un internado, un orfanato, el terreno propicio para sembrar la bondad. Sor Nemesia está presente allí donde hay trabajo servil que realizar, sufrimiento que aliviar, donde el malestar impide relaciones serenas, donde el cansancio, el dolor, la pobreza limitan la vida.
Hermanas, huérfanos, institutrices, familias, pobres, clérigos del seminario cercano, jóvenes soldados de los numerosos cuarteles de Tortona se dirigen a ella.
«Apresurando el paso, sin mirar atrás, con la mirada fija en el único objetivo: ¡Sólo Dios!
A Él la gloria, a los demás la alegría, a mí el precio a pagar, sufrir pero nunca hacer sufrir a los demás.
Seré estricto conmigo mismo y toda caridad con mis hermanas:
El amor que se da es lo único que permanece».
Luego a Borgaro, una pequeña ciudad cerca de Turín, donde hay un grupo de jóvenes que esperan ser acompañadas en un nuevo camino, hacia su donación total a Dios para servirle en sus pobres. Son las novicias de la nueva provincia de las Hermanas de la Caridad. Con el tiempo, se formarán más de quinientas.
El método de formación utilizado por Sor Nemesia sigue siendo el mismo: el de la bondad, el de la comprensión que educa a renunciar pero por amor, el de la paciencia que sabe esperar y sabe encontrar el camino adecuado para cada una.
Pero la diferencia de puntos de vista sobre el estilo de formación genera grandes desacuerdos con la Superiora Provincial, que se lo reprocha abiertamente. La hermana Nemesia lo acepta todo en silencio. Sonriendo, sigue su camino, sin prisa, sin faltar a sus responsabilidades:
«De estación en estación,
caminamos por el desierto…
Y si el desierto es sordo, Aquel que te creó siempre está escuchando».
La penúltima estación es una pequeña habitación donde Sor Nemesia, en completa soledad, pasa los últimos años de su vida.
«La santidad no consiste en hacer muchas cosas o en hacer grandes cosas,
sino en hacer lo que Dios nos pide, con paciencia, con amor,
sobre todo con fidelidad al deber, fruto de un gran amor».
La última estación de Sor Nemesia es el Paraíso.