En el hospital, para nosotros los sanitarios, el contacto con el dolor es inevitable, vivimos paso a paso su Viernes Santo. Por desgracia, a veces, después de tantos años de servicio enfermero, la rutina puede hacerte olvidar que Jesús fue crucificado en esa cama. Pero el Señor nos hace vivir experiencias fuertes para despertarnos de aquello a lo que nos acostumbramos que, en algunos casos, puede convertirse en anestesia.

Durante la Semana Santa 2020, con mis compañeras enfermeras, puedo decir que hemos vivido esta fuerte experiencia de la crucifixión de Jesús, cuidando a un paciente COVID-19 que, desgraciadamente, murió. Mirar, tocar y apretar eran las únicas cosas posibles para tener una presencia activa con este paciente. Experimentar su soledad, el morir solo, viéndolo literalmente “ahogarse”, mientras el hijo llamaba por la ventana de la habitación para que su padre le oyera; tocar y estrechar la mano del paciente para ayudarlo a comprender que, en su crucifixión, no estaba solo sino que bajo la cruz estaban las enfermeras que lo apoyaban. Una experiencia que te deja sin palabras, pero que nos ha dado la energía para acoger a otros pacientes con COVID y hacer todo lo posible para ayudarlos a aliviar ese sufrimiento adicional que experimentaron inesperadamente. Somos ese Cirineo que lleva la cruz a Jesús. A veces, incluso para nosotros, es duro especialmente desde un punto de vista emocional, pero creemos que en este momento este es nuestra misión.

El nuestro es un pequeño hospital de rehabilitación dedicado principalmente a los ancianos, ubicado en la isla de Malta. Un hospital con 10 salas, incluida una sala COVID-19, donde actualmente hay 4 pacientes, pero esperamos que el número aumentará debido al brote que ha surgido entre los profesionales de la salud. Debido a esta situación, la última vez que nuestros pacientes vieron a sus seres queridos fue hace dos meses. Algunos de ellos se han desorientado más y otros están más deprimidos. Estas personas, ahora más que nunca, se han vuelto como nuestros abuelos o padres y tratamos de hacer todo lo posible para elevar su moral. La situación en la isla está bajo control, hasta ahora ha habido más de 500 casos, en este momento hay alrededor de 90 casos activos y solo 6 muertes.

Muchos trabajadores de la salud han optado por dejar a su familia o comunidad por un tiempo para dedicarse a estos pacientes y también así proteger a sus familiares. ¿Nos sentimos héroes? No, somos seres humanos que creemos plenamente en nuestra vocación. En este tiempo de pandemia, casi todos los países del mundo elogian a los sanitarios por el coraje y la dedicación que están mostrando en este momento difícil, con muchas iniciativas para darnos las gracias. Pero el verdadero agradecimiento es la prudencia que deben tener las personas porque, aunque la situación se esté calmando, para los más vulnerables el riesgo sigue siendo alto. Debemos recordar que todos estamos en la misma barca y es bueno que nos mantengamos unidos para continuar diciendo que verdaderamente todo saldrá bien.

Sor Ramona Privitelli