Desde Damasco, la Hna Jihan nos da testimonio en primera persona de la situación actual de Siria, donde la población vive entre graves inquietudes y esperanza esta difícil y violenta fase de transición.
«Entre la antigua y la nueva Siria hay una Siria perdida, sirios desorientados y en duelo luchan, esperando el amanecer de la paz.
Pasan los años de espera y nuestros ojos están fijos en el cielo, aferrados a la esperanza y luchando por sobrevivir.

Tras la caída del régimen de Bashar al-Assad, recibimos buenas promesas, la situación mejoró, pero en general el ambiente es tenso, la gente sigue temerosa y tiene dudas sobre el futuro del país.
La mayoría de la gente siente hoy los mismos temores que sentía bajo el Daesh (el terrorismo paramilitar internacional que quería afirmar el califato del Estado Islámico de Irak y Siria), debido a la violencia en curso y a la completa parálisis de las instituciones. Ya nada funciona en Siria. Muchos están sin trabajo, sin salario. Cientos de miles de empleados han sido despedidos arbitrariamente. Muchos padres de nuestros estudiantes se han quedado sin trabajo, sin ninguna fuente de ingresos. Más de un tercio no ha pagado la matrícula escolar de sus hijos… la gente no tiene dinero. Nosotros también, como todo el pueblo, sufrimos por el bloqueo de nuestro dinero en los bancos. Tenemos la sensación de tener las manos atadas.
En cuanto a la atmósfera, es bastante negativa y muy preocupante. Cuando se produjo la liberación, todo el pueblo sirio estaba feliz. Los alauitas estaban aún más contentos que nosotros por el fin de Assad, solo que no se atrevían a expresarlo. Pero dos semanas después, el miedo volvió a golpear las mentes debido a episodios de violencia, detenciones arbitrarias, desapariciones forzadas, ejecuciones.
Nos mantuvimos optimistas, convencidos de que se trataba de un período temporal y transitorio, es normal que el cambio necesite tiempo.
Ahmad el-Chareh, «el presidente de Siria para la fase de transición», había prometido a los sirios que se estaba abriendo un nuevo capítulo, pero sucedió lo contrario.
Estábamos muy contentos por la liberación de todos los prisioneros, especialmente de los prisioneros políticos, pero después de apenas dos semanas las cárceles volvieron a abrirse para personas que también fueron víctimas, que pagaron un precio… La ausencia de leyes, la ausencia de justicia es el peor camino que esta nueva administración podría tomar.
Todos los sirios están pagando el precio de este régimen, sin excepción. Para darles un ejemplo, es muy difícil de aceptar cuando esta nueva administración sustituye el término «mártir» cuando se habla de soldados mártires por «asesinado». Cuando un funcionario estatal borra de un plumazo a ciertos niños de este país, ¿qué debo sentir? Cuando vienen y despiden a los funcionarios, cancelan los salarios, encarcelan…!! La democracia comienza aquí, cuando se reúnen todos los hijos e hijas de este país en un Estado de derecho.
Por desgracia, las masacres que han tenido lugar y siguen teniendo lugar en la costa noroeste de Siria, región alauita de donde procede la familia del expresidente, no tienen absolutamente ninguna justificación ni nombre. Es un crimen contra la humanidad, un auténtico genocidio. ¿Cómo puede ser responsable el pueblo alauita, sencillo y muy pobre, de las décadas de gobierno de la familia Assad? El asombro, la rabia y el miedo reinan en toda la región de Lattaquié y se están extendiendo al resto del país. Además, la ciudad de Lattaquié lleva cinco días sin electricidad ni agua.
Esta tragedia ha provocado reacciones y manifestaciones en el propio país, pero, por desgracia, estas degeneran rápidamente en violencia…
Ante tal realidad, nosotras, las Hermanas de la Caridad, estamos presentes para consolar, dar valor y llamar al paz.
Como en todos los casos de catástrofes y revoluciones, el país es testigo de cosas hermosas y de artesanos de la paz. Entre otros ejemplos, familias sunitas, chiítas o cristianas han acogido y protegido a alauitas.
También aquí, en Damasco, varias familias cristianas que conocemos acogen a personas alauitas que viven en Mazeh 86, una zona habitada principalmente por alauitas que tienen miedo de quedarse en casa.
Recemos para que los cristianos, muy preocupados, mantengan la confianza y sigan dando testimonio de la amor que perdona y reconcilia en nuestro país, que tanto necesita una presencia así…».
Damasco, hermana Jihan, HdC
