Card Zenari: Siria en riesgo de una catástrofe humanitaria, la Iglesia hospital de campaña
En Siria sigue existiendo «el riesgo de una catástrofe humanitaria», como confirman los últimos datos publicados por las Naciones Unidas, según los cuales en dos meses la ofensiva en Idlib ya ha causado «unos 700.000 nuevos desplazados». Una cifra «impresionante» que se suma «a los otros millones» de refugiados y desplazados en estos años de conflicto. Es un grito de alarma que el Card. Mario Zenari, nuncio apostólico de Damasco, según el cual la situación en el país sigue siendo crítica y la propia Iglesia se está convirtiendo cada vez más en «un hospital de campaña».
Los mayores problemas se encuentran en el noroeste de Siria, donde el ejército gubernamental ha lanzado una ofensiva masiva en la región de Idlib, el último bastión todavía en manos de grupos rebeldes (apoyados por Turquía) y movimientos yihadistas. Desde diciembre la violencia ha desplazado a 689.000 personas y la cifra está destinada a aumentar en las próximas semanas en caso de escalada, como señala David Swanson, portavoz de la Oficina de Asuntos Humanitarios de la ONU (Ocha).
De ahí el doble llamamiento lanzado en los últimos días por el Papa Francisco, que no ha ocultado su dolor por «las condiciones de tantas mujeres y niños, de las personas obligadas a huir a causa de la escalada militar». El Pontífice se dirigió una vez más «a la comunidad internacional y a todos los interesados para que hagan uso de los instrumentos diplomáticos, el diálogo y las negociaciones, en el respeto del derecho internacional humanitario, para salvaguardar la vida y el destino de los civiles». «El Papa Francisco -señala el cardenal Zenari- utiliza dos expresiones actuales que se refieren a la situación de Siria: una Iglesia saliente y una Iglesia hospital de campaña. De hecho, una de las principales misiones es ocuparse del elemento humanitario, gracias también a la ayuda que proviene de los cristianos de todo el mundo y de las diversas instituciones católicas».
Pobres, enfermos y hambrientos, continúa el cardenal, «llaman a nuestras puertas». A los últimos desplazados se suman los 13 millones de personas afectadas por la guerra «y que necesitan asistencia humanitaria, alimentos y medicinas. Más de la mitad de los habitantes de Siria están necesitados». En este contexto, añade, «la Iglesia es pequeña en número, pero muy ocupada. Estamos en la primera línea para responder a las necesidades básicas, para proporcionar medicamentos, saliendo a pesar del frío. Aquí las temperaturas están por debajo de cero y las molestias aumentan, además del hambre también sentimos el frío».
Para hacer frente a las enormes demandas, durante tres años la Iglesia Siria, con la colaboración de la Santa Sede y el apoyo personal del propio Papa Francisco, ha decidido poner en marcha el proyecto «Hospitales Abiertos» que comprende dos estructuras en Damasco y una en Alepo. Son estructuras, recuerda el cardenal Zenari, que «comenzaron su actividad hace 120 años» y hoy se encuentran entre las pocas estructuras que funcionan. «A finales de 2018 -recuerda el cardenal- las estimaciones de la Organización Mundial de la Salud informaban de un 44% de hospitales en funcionamiento. El 54% restante está cerrado debido a los daños causados por la guerra o el funcionamiento en pequeña parte. Después de un año las estadísticas son aún peores».
La asistencia que ofrecen los tres hospitales católicos es fundamental en un país en el que «ocho de cada diez personas viven por debajo del umbral de pobreza». El pasado mes de diciembre, explica el nuncio en Damasco, «se han atendido más de 30.000 enfermos, pero el objetivo es llegar a 50.000″. Son gente pobre, de cualquier etnia o religión». Los cristianos son el 2% de la población, así que es fácil entender cómo la gran mayoría de los enfermos son musulmanes. «Aquí tenemos dos objetivos: curar los cuerpos, enviar a la gente a casa sana del cuerpo y curar el tejido social». Como nos dicen las monjas que trabajan en las estructuras «varias veces nuestros amigos musulmanes dicen que es conmovedor ver niños, ancianos, curados por cristianos. Intentamos curar el cuerpo y reconectar las relaciones sociales y, en este sentido, la estima por los cristianos está creciendo». Lamentablemente, añade el cardenal, «la situación en Siria no está mejorando y tendremos que seguir esforzándonos para hacer frente a la emergencia sanitaria». También por esto, concluye, es importante la ayuda y la solidaridad de las Iglesias y los católicos de todo el mundo y, sobre todo, «mantener viva la atención sobre Siria y no dejarla caer el silencio» sobre el drama «que está teniendo lugar: el camino más difícil -concluye- es morir en silencio y en la indiferencia”.
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