Recibimos noticias de las consecuencias en Líbano de la guerra israelo-palestina de una de nuestras hermanas libanesas que se encuentra actualmente en Italia, en contacto diario con su pueblo.
En el sur del Líbano, los ataques se intensifican día a día, desencadenando represalias cada vez más fuertes. Los habitantes se sienten abandonados y desatendidos. Entre la resistencia y la resiliencia, pasan sus días esperando que este conflicto armado llegue a su fin antes de que degenere en una guerra regional.
La vida cotidiana de los habitantes de la zona fronteriza del sur del Líbano está marcada por la angustia y el abatimiento. Muchos se han marchado, mientras que una minoría se ha quedado para proteger sus hogares y sus tierras, reducida a cenizas humeantes. «Esta nueva táctica está asustando a los habitantes, que se dirigen al norte para salvar sus vidas», afirma un anciano. Sólo 80 personas viven aún en el pueblo de Alma El Chaab. Sus bonitas casas, salpicadas por los campos como amapolas, yacen en la oscuridad. Según la Organización Internacional para las Migraciones (OIM), 30.000 personas han huido ya del sur del país. «45.000 hectáreas de tierra fueron quemadas en un solo día».
La gota que colma el vaso para los aldeanos es el silencio y la falta de comunicación del gobierno actual. Uno de los líderes religiosos de la aldea declaró: «Los aldeanos están atrapados en un conflicto que es más grande que ellos, y sólo pueden confiar en sí mismos; el gobierno no nos ha enviado ningún mensaje, no nos ha dicho si debemos marcharnos o quedarnos, no se preocupa por nosotros… Nadie nos ha preguntado cómo va la situación». Los padres están preocupados por el futuro de sus hijos.
A pesar de todo, la Iglesia local resiste, se sigue celebrando misa los domingos, las pocas escuelas católicas siguen dando clases al puñado de niños que se han quedado, la Navidad se ha celebrado este año con sobriedad, «seguimos invocando la bondad y la misericordia de Dios… Los humanos sólo hacen la guerra. Necesitamos un milagro para salir de este túnel y redescubrir la alegría de vivir».